viernes, 11 de diciembre de 2009

SI QUIERES LA PAZ, PREPARA LA GUERRA


Lo decían los romanos: “si vis pacem, para bellum” (“si quieres la paz, prepara la guerra”). Sea un dicho popular, o frase de Julio César, o del escritor Flavio Vegecio, o de quien fuere, lo cierto es que esta expresión no ha perdido, a lo largo de los siglos, actualidad. Algo parecido ha dicho el último premio Nobel de la Paz, Barack Hussein Obama, al recoger el galardón que algunos consideramos que aún no tiene merecido. La guerra, en ocasiones, es la única vía para salir de situaciones peores. ¿Qué hubiera ocurrido si al loco de Adolf Hitler no le hubieran parado los pies las armas de los aliados?

No me gustan las guerras. Ni las armas. Ni siquiera las de juguete. Solamente tuve en mis manos las reglamentarias que nos daban cuando prestábamos el servicio militar obligatorio. Y aprendí a disparar, por supuesto, aunque en blancos de cartón. Hasta recuerdo que, por tener buena puntería, me enviaron a Infantería, a alta montaña, a una unidad de esquiadores, escaladores y paracaidistas, en el Pirineo aragonés. No sé qué tendría que ver que acertara a dar en la diana con el que prestara servicio en unas actividades para las que no me encontraba ni capacitado ni me gustaban. Aunque he de confesar que lo pasé bien pues hice buenos amigos entre vascos (algunos no sabían ni palabra de castellano) y catalanes. Pero a lo que iba, el belicismo no me resulta nada atractivo. Hasta rogué a familiares y amigos que a mi hijo, mientras fue pequeño, no le regalaran juguetes bélicos. Excepto un tirachinas que le hizo su abuelo, no recuerdo que tuviera nada parecido a un arma, aunque fuese de cartón piedra.

Dicho esto, tampoco estoy del lado de los que se llaman pacifistas y la “arman” siempre que tienen ocasión. Más bien creo que ahora sí coincido con el presidente de Estados Unidos, pues lo que ha dicho es realista, aunque no guste. La guerra, para desgracia de la humanidad, a veces es la única manera de evitar males peores. Y ningún pueblo sensato descuida su preparación defensiva, pues sería un suicidio. Los ejércitos, aunque haya quienes se empeñen en convencernos de lo contrario, están para defender a sus países de los ataques que les vengan de fuera y para usar la fuerza, si necesario fuere, por el bien común. Y por la libertad, que es bien preciado. Si alguien, por ejemplo, intenta hacerse con el poder por la fuerza, por la fuerza debe ser echado. O si desde el poder intenta esclavizar a su pueblo, la fuerza de las armas, si no hay otro medio, deberá impedirlo.

Hay quienes saben colocarse la careta del pacifismo pero en su interior ansían acabar con los que no piensan como ellos. ¡Ojalá no hubiera ejércitos, ni armas, ni guerras! Por ahora, a esa utopía no hemos llegado porque el hombre aún no ha logrado la perfección. Obama, esta vez, ha sido claro al hablar de la paz.

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