Hoy día 25 de diciembre es Pascua de Navidad. En algún rincón he escuchado villancicos que formaron parte de la infancia ya pasada. Se palpa, en estos tiempos de ahora, que se pierde el ayer con muchas de sus ricas y hermosas costumbres. Nos estamos globalizando por mor de los nuevo vientos de una mal entendida modernización de nuestra manera de ser. Respeto lo nuevo si enriquece, no si atonta o desalma. No me parece mal que el árbol se coloque en los hogares si no sustituye al Belén, que es la tradición nuestra. Hay que ser claros: un abeto en los pueblos de nuestra Moraña abulense no pega ni aunque sea de plástico y se le adhiera con el más fuerte de los pegamentos. Ya me dirán qué hace, en la hermosa villa de Madrigal de las Altas Torres, cuna de la mejor reina que tuvo España, Isabel la Católica, un abeto simbolizando la fiesta de la Navidad. ¿Cómo vamos a colocar para expresar la alegría navideña un árbol que aquí solamente se conoce por fotografías? Para mí que no tiene ningún sentido. Como tampoco poner un reno tirando de un trineo a la puerta de una casa. Que no, que por mucho que la publicidad que todo lo invade se empeñe, estas cosas no son nuestras. Aunque reconozco que, como somos dóciles, nos acabarán inundando de árboles, renos, trineos, papás Noel y santa Claus. Ya lo están consiguiendo. Pero es porque les damos facilidades para ello.
Prefiero los villancicos de siempre, con panderetas, calderos, almireces, zambombas y demás instrumentos fabricados con artesanas manos. Ellos sí son expresión de alegría por la fiesta navideña que celebramos. Y belenes (nacimientos los llamábamos en mi infancia) donde la escena esencial reproduce al Niño Jesús en un pesebre y junto a él a sus padres, al buey, la mula y los pastores. Y los Reyes Magos, que poco a poco, día tras día, se van acercando al portal al que llegan el 6 de enero. ¡Qué hermoso día el de Reyes! Éramos haces de nervios esperando, la noche de la víspera, que amaneciera para correr a la ventana donde habíamos dejado las zapatillas. Éstas son nuestras costumbres. Las que hemos mamado durante generaciones y nos han hecho felices. Y nos siguen dando felicidad. Creo que debemos conservarlas y transmitirlas con el mismo cariño que a nosotros nos las transmitieron.
En estos tiempos en los que tan reivindicativos se ponen algunos para no perder las identidades propias, extraña que se abran puertas y ventanas a todo lo que de fuera nos llega, dejando apartado lo que de aquí es. En casa tenemos claro que las figuras esenciales del Belén es lo que ha de predominar. Hasta en tres estancias las ha colocado mi mujer. Y por si no es suficiente, con las guirnaldas de lucecitas que dan a la calle se cuelga la imagen del Niño Jesús. Es que la Navidad es la celebración del Nacimiento de Jesús y esto es lo que importa destacar. Lo demás, añadiduras, a veces sin sentido lógico.
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