miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA CARA REAL DE LA PRENSA


Releo el análisis que hizo el Papa Benedicto XVI el día 8 de diciembre, en la plaza de España de Roma, ante el monumento a la Inmaculada. Habló de los medios de comunicación, tan presentes hoy en todos los estamentos de nuestra sociedad. Sus palabras, para mí, son un diagnóstico real que sería bueno que nos tomáramos más en serio los que informan y los que son informados. Mejor nos iría, creo yo.

Decía el Papa: “Cada día en los diarios, la televisión y la radio el mal es contado, repetido y amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos más insensibles y de, alguna manera, intoxicándonos, porque lo negativo no es totalmente eliminado y día a día se va acumulando. El corazón se endurece y los pensamientos se ensombrecen”.

¿Es que estas palabras describen una situación que no está ajustada al milímetro a lo que cotidianamente sucede? ¿Exagera el Papa? Somos bastantes, por lo escucho y leo, los que coincidimos en que estamos siendo intoxicados permanentemente con hechos que aunque forman parte de la historia humana no son toda la historia de los hombres, sino solamente de unos poquitos. Hay gente buena. Mucha gente buena. Cada segundo, no cada día, surgen noticias con el rostro más humano, noble y solidario. Pero éstas no tienen espacio en los medios de comunicación. Desgraciadamente, porque a los comunicadores se nos enseña que lo malo, por excepcional, “vende”, mientras que lo bueno, por ser lo más habitual, no tiene interés público.

El Papa quiso, con sus palabras, sacudir conciencias. Es más fácil echar a otros la responsabilidad pues asumir la que a cada uno toca es duro siempre. Dijo Benedicto XVI: “Los medios de comunicación tienden a hacernos sentir cada vez más como espectadores, como si el mal afectase solamente a los otros y ciertas cosas jamás nos pudiesen ocurrir a nosotros. Por el contrario, todos somos actores en el bien y en el mal y nuestro comportamiento tiene un influjo sobre los otros". Suficientemente claro para quienes estén dispuestos a escuchar.

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