martes, 22 de diciembre de 2009

A LA PUERTA DE CÁRITAS



Paso por la puerta del edificio de Cáritas, en la calle san Juan de la Cruz, de Ávila, esta ciudad de piedra y de alma abierta al mundo, que para eso es patrimonio de la humanidad. El día es frío, no más que en otras capitales de nuestra cercanía. Varias personas esperan ser atendidas. Por el color de la piel de sus rostros, deduzco que unas son árabes, otras de raza negra, y las más, de la América hispana, pues tienen rasgos mestizos. Acuden a este centro porque necesitan ayuda material. Saben que aquí serán atendidas sin ser preguntadas por sus creencias ni ser obligadas a rezar el rosario o ir a misa, que la caridad de los cristianos no distingue ni las razas ni el credo de los necesitados.

Tal vez ya nos hemos acostumbrado a ver a nuestro lado rostros anónimos que piden una limosna. La crisis económica y de trabajo que padece ahora la sociedad española, en mayor medida que las de su entorno, ha hecho que se dispare el número de pobres, sí, de pobres que necesitan vestidos y alimentos. Como en tiempos pretéritos, cuando las colas de demandantes de un plato de comida se formaban ante los comedores de Auxilio Social. Ahora es la casa de Cáritas (la casa de la caridad de los cristianos) la que atiende a miles y miles de necesitados.

Leo, con gozo y con pena a la vez, que a lo largo de este año han sido atendidas por Cáritas de España ochocientas mil personas, sin incluir aquí las que reciben ayuda en programas específicos, como los de rehabilitación de drogadictos. La alegría la siento y expreso por la labor que desarrolla esta institución católica, que demuestra su vitalidad y caridad a los más necesitados. Pero me causa desazón que sean tantas las personas que lo pasan mal. Ello demuestra que las cosas no van nada bien.

En estos tiempos tan desasosegados, por absurdas, para mí, intenciones de ciertos dirigentes que quieren enterrar en las iglesias y sacristías las creencias ancestrales de millones de personas, reconforta que desde estas creencias se haga caridad tan palpable. Que sirva de ejemplo a todos y haya más recursos del erario público, que es el bolsillo de los ciudadanos, y de la particular hucha de cada cual para la institución más caritativa (me gusta más la palabra caridad que solidaridad) de los católicos españoles. Porque cuánto más tenga, más ayudas podrá dar.

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