domingo, 10 de enero de 2010

DECÍAN QUE LOS INVIERNOS NO ERAN COMO LOS DE ANTES


¡Qué frio! Veo que el termómetro del exterior de mi estudio marca menos 7 grados. Casi nada. ¿No decían que había entrado el planeta Tierra en una era de calentamiento que nos iba a traer inviernos más cálidos y veranos más calurosos y que nos tendríamos que despedir de la nieve en nuestro país? Pues ya lo estamos viendo. ¡Cómo aciertan algunos que viven de las jugosas subvenciones conseguidas, en muchas ocasiones, presionando a administraciones y particulares con sus apocalípticos vaticinios!

Lo digo bien claro: no creo en el calentamiento global que se pregona desde determinados altavoces buscando ciertas rentabilidades ideológicas e, incluso, económicas. El clima no ha sido cíclicamente uniforme en las diferentes partes del planeta en toda la historia de la humanidad. Los más mayores recordarán que cuando no había tantos vehículos, ni calefacciones, ni fábricas que echasen humos a la atmósfera, ni otras cosas perjudiciales para la naturaleza, no eran iguales todos los inviernos, ni las primaveras, ni los verano, ni los otoños. ¿Nevaba entonces más que ahora? ¿Eran los inviernos tan crudos como éste? No había entonces, como no hay ahora, estaciones idénticas de un año a otro.

Creo sinceramente que estamos moralmente obligados a cuidar el entorno en el que vivimos. En todos los aspectos. Por supuesto también en el terreno medioambiental. Vivimos de la madre naturaleza, que nos da los elementos para nuestra supervivencia. Nuestra obligación es no dañarla, sino cuidarla con todos los cuidados que sean precisos. Me causan pena los daños que se hacen a nuestro entorno natural. Pero de ahí a inclinarme a adorarlo como a un dios, me niego en redondo. Porque lo que nos rodea a los humanos, todo, está a nuestro servicio, pues el hombre sí es el rey de la creación. Como tal rey ha de tener sumo cuidado en hacer un uso racional de la naturaleza, procurando que nada de ella muera, sino que todo siga vivo para que de esta forma pueda servir al fin establecido.

Me niego a dar mi apoyo a ciertos agoreros que buscan embaucarnos a todos con sus predicciones catastrofistas. La naturaleza es más sabia de lo que algunos creen. Abro ahora la ventana aunque el termómetro asusta. El jardín está blanco. Se respira frío y naturaleza no contaminada. Dicen los que pronostican el tiempo que mañana tendremos más frío y nevará. Los inviernos, a veces son como los de antes, y de éstos solamente quedan en la memoria los que fueron más excepcionales por el frío y la nieve. El ciclo meteorológico no se copia a sí mismo milimétricamente. Nadie, hasta ahora, puede predecir con total exactitud su ritmo vital. Son los misterios que lo hacen más atractivo e impredecible.

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