Las primeras ecografías, al mes del embarazo, mostraban un ser vivo, parecido a una hormiguita, de tan diminuto que era. Hormiguita le llamábamos, cariñosamente, sin saber si será niño o niña. Pero ya era un ser humano con vida. A las 10 semanas, medía 25 milímetros. Sus padres gritaron de contento cuando le vieron mover los pies y las manos mientras le estaban haciendo la ecografía a la madre. “Nos ha saludado”, decían llenos de alborozo. Decidieron que ya no había que llamarle hormiguita, sino bebé. Y así le denominamos ahora. A las 12 semanas justas, el bebé mide 55 milímetros. Jo, en 15 días ha duplicado su tamaño. Toda la familia estamos llenos de alegría por esta vida que ha surgido del amor de unos padres. Cuando nazca, niño o niña, rubio o moreno, guapo o menos guapo, inteligente o menos inteligente, qué más da todo ello, encontrará cariño de sus padres y de las familias de éstos.
Traigo esto a cuento de la recién aprobada ley del aborto libre hasta las 14 semanas del embarazo, y hasta las 20 semanas si hay una supuesta deformación en la criatura o algún peligro en la madre. Una ley que no es un triunfo de la democracia, sino un atentado contra el ser humano cuando está en el vientre de la madre. Se habla del derecho de la mujer a decidir libremente sobre la vida del ser que lleva en su seno. Es cruel, muy cruel. Por la misma razón que se priva a un ser humano no nacido de la vida, algún día se podrá alegar que a los que ya no son útiles a la sociedad (por viejos, minusválidos o enfermos) se les puede matar impunemente. Y siguiendo este mismo razonamiento, también habrá justificación para exterminar a los de otra raza, ideología o creencia religiosa. Ha sucedido a lo largo de la historia humana, luego no es descabellado pensar que esto pueda suceder algún día no lejano. ¿O hemos olvidado ya los millones de muertos producidos por las dictaduras ideológicas de Stalin y Hitler? ¿No se mata aún por razones religiosas o políticas justificándolo en unos principios que son, a todas luces crueles?
Ahora se le concede a la mujer el derecho a matar la vida de un ser humano que lleva en su vientre. ¿Quién protege al ser no nacido? ¿No nos estamos convirtiendo en unos locos capaces de castigar severamente a quien destroce un huevo de una cigüeña o de otra ave protegida, permitiendo, en cambio, que se quite la vida a un ser humano en el vientre de su madre? ¿Dónde está el pretendido progresismo de proteger a los más débiles? Las futuras crías de animales tienen, en esta sociedad nuestra, más derechos que los seres humanos mientras éstos viven en el vientre de sus madres.
A nuestro hasta ayer hormiguita y ahora ya bebé, no nacido aún, le esperamos con los brazos abiertos y ya estamos deseando de que una nueva ecografía nos muestre cómo mueve las manos y los pies en un gesto que sus padres entienden que es un saludo cariñoso. No hay nada más bello que proteger la vida de los seres humanos no nacidos y nada más horrible que impedir, egoístamente por el motivo que sea, que vengan a este mundo que les pertenece desde que fueron concebidos.
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